Hacía ya varias semanas que no iba de
observación(entre comuniones, Rocío, mal tiempo, etc.), y, por ello, en esta
ocasión, mas aun, si cabe, la llegada a la Picota volvió a ser, de nuevo,
ilusionante, y, sobre todo, algo que siempre he valorado mucho, distendida, por
las varias horas de ocio que teníamos por delante, si, como parecían indicar
las previsiones, en poco rato desaparecerían algunas nubes amenazantes, que,
tímidamente, comenzaron a salir.
Llegué el sábado 20 de junio, acompañado de
Carmelo –-que ya había estado allí hacía unas horas, el viernes, con otros
compañeros-- , en esta ocasión fuimos los primeros, y, ante todo, nos llamó la
atención que la cancela de hierro de la entrada no estaba: sencillamente, había
desaparecido.
Con indicación aconsejada del jefe Carmelo,
sobre un cambio de emplazamiento de mi montura y tubo refractor, me dispuse a
ello, sobre las 9 de la noche, llegando poco después Domingo, Luis Enrique,
Luis Viana, y Alfred.
Ya nos observaban la estrella Polar
–-incipiente, en este día, el mas largo del año-- , y Deneb y Vega, entre
otras, éstas dos últimas estrellas, presagio de un recién estrenado verano en
nuestro hemisferio norte, que, a buen seguro, buenos ratos y cielos nos traerá.
En ese cielo que tanto nos deleita, me
encantó ver ese magnífico triángulo que formaban la Luna nueva –-de sólo 4
días-, un Venus muy luminoso, a su derecha -–que se encontraba en fase, como
una media luna se mostraba--, y, algo mas arriba, a la izquierda, nuestro
siempre planeta protector, Júpiter.
Anocheciendo,
nos agasajó Luis Viana con unos sabrosos bizcochitos de Mercadona, que, junto
al vinito de rigor, entraron pero que muy bien.
Lo primero que hice después, fue tratar de pillar las ocultaciones y
eclipses que, entre los satélites galileanos de Júpiter (Calisto, Ío,
Ganímedes, y Europa), se producen entre sí en este mes de junio de 2015,
fenómeno que tiene lugar cada 6 o 7 años, tanto con respecto de las
ocultaciones(los satélites se tapan y cubren unos a otros), como en los eclipses
(en este caso, no es el satélite, sino su sombra, la que se proyecta).
Los enfoqué muy bien, y, a pesar de que, al
parecer, es posible observar dichos fenómenos, incluso en el intervalo de
tiempo de una observación, no logré tener ese gusto, porque, además, Júpiter se
nos iba yendo por el horizonte.
En este paseo, probé mi recién comprado
prisma erector, o inversor de imagen, y, al fin --¡menuda comodidad!--, pude
contemplar nuestra Luna como el ojo humano lo hace a simple vista, y no “doblada”,
ni “a la izquierda”.
La Luna de solo 4 días permite una
observación, aunque espléndida, muy limitada de la misma. Alcanza lo poquito
que se puede ver hasta el terminador, a la izquierda, desde el Mare Crisium, y
el Mare Fecunditatis --algo más abajo--, y, junto a éste, los Montes Pirineos.
Los cráteres que, con cierta comodidad, y, debidamente identificados –-gracias
a la ayuda del programa Virtual Moon Atlas--, pude observar, fueron unos 8 o
10: Magelhaens; Colombo; Gutenberg; Langrenus, y Petavius --éste último, de
unos 3,8 billones de años de antigüedad--, entre otros.
Carmelo seguía, entretanto, inmerso en su “submarinismo
galáctico”, en busca de su “Palomar”; Domingo, abriéndonos los ojos
de para en par con sus fotos; Alfred, en marcado silencio, y Luis Viana a tope,
con Luis Enrique con los papeles por el suelo por causa del viento. Me sentía
genial, por como iba discurriendo la noche, con unas nubes ya desaparecidas, y
una pequeña brisa, realmente no molesta.
Pero, se me fue nuestra Luna, desapareció
sin remedio, y ya me fui al mundo estelar, primero a Messier -–entre otros,
para no extenderme mucho, a M39(cúmulo abierto en Cisne, a 800 años luz,
descubierto por Charles Messier), y a M8(en Sagitario, a 5.200 años luz, descubierto
por Le Gentil)-- , y, después, a estrellas dobles, verdaderas joyas del color
–-entre otras, contemplé Epsyllon Lyra(que, realmente, son dos dobles
estrellas), y a Gamma Delphini-- , no sin antes disfrutar de Saturno y de sus
anillos.
Antes de irme, y casi a petición de la
propia estrella, diría yo, no pude dejar de dirigir el tubo a Arcturus, de la
Constelación El Boyero –-allí siempre, cuarta estrella en luminosidad de
nuestro hemisferio--, y, con su luz, esplendorosa para el camino de vuelta, empecé
a recoger. Eran sobre las 3 y media de la madrugada, de esta maravillosa y
agradable jornada, en buena compañía, y bien disfrutada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario